Llevo un tiempo sin publicar... y, bueno, sin escribir, pero hay momentos en los que lo necesito, así que aprovecho y os lo muestro:
En el mismo momento en el que escribo esta... mmm... declaración de principios, supongo, me encuentro recordando una conversación que tuve con una amiga (de la que no diré el nombre, pero si lo lee, supongo que se dará cuenta de que se trata de ella). Ambas estábamos en la calle, camino hacia una concentración convocada tras la abdicación del rey Juan Carlos en 2014 en muchos lugares de España. Era final de curso, y estábamos muy estresadas, pero la ocasión merecía la pena. El acto reivindicaba un referendum que posibilitase la elección entre la continuidad de la monarquía (franquista), disfrazada de democracia, o el comienzo de la III República.
Rememoro esa conversación como si la estuviera presenciando, y recuerdo, además, haberle preguntado a mi amiga: "¿no tienes la sensación de estar viviendo un momento histórico?", a lo que ella respondió (desprendiendo la misma euforia en sus palabras que yo en las mías) que sí, y que era emocionante saber que estábamos viviendo algo único, con lo que podíamos cambiar las cosas a mejor (porque para nosotras la democracia implicaba -y sigue implicando- la existencia de una jefatura de Estado electa, y no la de una monarquía impuesta).
Tras esa concentración ni hubo referendum, ni, por consecuente, III República (como a nosotras nos gustaría), pero esto no significa nada, no es tan importante (al menos, dentro de este texto). Lo que en verdad es trascendente aquí, es que en un momento cualquiera, en un lugar cualquiera, alguien que hace algo para con el buen desarrollo de la sociedad se emociona, se ilusiona y acaba moviendo el mundo. Desde mi punto de vista eso es lo que ayuda a cambiar las cosas (a mejor), esa alegría, porque cuando alguien se ilusiona, ilusiona a los demás, les involucra en algo bueno, les hace más felices, y el cambio se vuelve inminente.
Por lo tanto cualquier revolución debe ir ligada a la alegría (eso es lo que la permitirá arraigarse). Puede que haya ciertas cosas que no se consigan en un principio (también puede que no ocurra así, no lo sé), pero a pesar de eso, la ilusión por aquello que uno hace no hay que perderla, porque si conseguimos mantenernos fuertes, alegres, a pesar de los obstáculos, estaremos manteniendo (con nosotros mismos, y con quienes convivimos) una unidad inquebrantable. Esa es la revolución humana (de manera muy sintetizada): todo cambio (a pequeña o gran escala -pero siempre a mejor-), va unido a la alegría (alegría y paz).